Cómo llegué a la comunicación científica, por Iñaki Gorostidi

Mi acercamiento al mundo de la comunicación científica es, muy probablemente, un acto más propio de una osadía poco responsable hacia lo desconocido, que no algo premeditado y buscado por una supuesta inquietud profesional e intelectual.

Cuando ejercía el periodismo en términos convencionales, es decir ‘juntaba letras’ en revistas y diarios de Catalunya, Madrid y después en el País Vasco, nunca sentí atracción ni interés alguno por el periodismo científico, para qué queréis que os engañe.

Mi recorrido personal como periodista durante alrededor de 15 años, desde que empecé a hacer mis ‘pinitos’ mientras estudiaba la carrera de Ciencias de la Información en la Universidad Autónoma de Bellaterra (Barcelona), hasta que me pasé al bando de la comunicación corporativa, nunca tuvo ni siquiera un solo remilgo de interés por las cosas de la ciencia.

Pasé por la corresponsalía de varios medios vascos en Catalunya a la corresponsalía de una agencia de noticias norteamericana en Madrid, al mismísimo ‘coso taurino’ del periodismo político en Euskadi y múltiples colaboraciones mal remuneradas en otros tantos medios.

¡Oye, ni intuir esto de la ciencia! Me apasionaba el periodismo, no me importaba si éste debía versar sobre cuestiones políticas, sociales, culturales o –en menor medida- económicas. Nunca me crucé con nadie en el camino que me hiciera mirar siquiera de reojo al mundo de la ciencia.

Empecé a intuir que algo interesante se podía mover en estas aguas cuando veía la pasión y la vehemencia con la que, ya como responsable de comunicación del Departamento de Industria, Comercio y  Turismo de Gobierno Vasco,  el gran Joseba Jaureguizar –director de Tecnología a la sazón- nos presentaba en los consejos de dirección ampliados del departamento las grandes estrategias que en materia de las biociencias y las nanociencias se querían impulsar.

Recuerdo mi mirada atónita ante el discurso apasionado y convencido de nuestro ‘Kennedy’ particular cuanto circulaba cientos de transparencias desordenadas a velocidades endiabladas y nos decía que este país debía transitar por aquel camino. Recuerdo haberle amenazado con crear un club de fans exclusivo porque, además de tener un don y una impronta especial para presentar los proyectos, era el único convencido de que el futuro indicaba aquella dirección. La incredulidad de la ‘hinchada’ que le escuchaba era indescriptible. El panorama científico-tecnológico actual algo o mucho le debe a quien hoy es director de Tecnalia.

Años más tarde, ya en la empresa privada y con la decisión –ahora sí premeditada- de abandonar y no regresar bajo ningún concepto al ejercicio de la profesión periodística en el País Vasco, ante la tremenda decepción generada tras recorrer algunas de sus redacciones, resultó que las clases magistrales del gran Jaureguizar –creo que sin yo saberlo- habían causado mella en mí, y empecé a merodear las entidades científico tecnológicas con el objetivo de poner mi experiencia, como periodista y como responsable de comunicación en una institución pública, a su disposición.

Hasta aquí alguien puede intuir que mi aproximación era puramente coyuntural y motivada por intereses económico-comerciales.

Digamos que sabía algo de periodismo, algo de comunicación; nada, absolutamente nada de ciencia.

Pero la vida tiene estas cosas. Uno abre una puerta que le presenta un pasillo, abre otra puerta y le trae otro pasillo, y así hasta que de pronto se encuentra en un hall que ni intuía inicialmente y que le presenta unos matices atractivos y decide quedarse por allí aunque sea por una temporada.

Pero, si Jaureguizar contribuyó inicialmente a poner la semilla, a finales del año 2005, fue otra persona la que me abrió la puerta que me mostraba el pasillo de la comunicación científica, y esa persona es Alfonso Egaña, responsable financiero del Centro de Investigación en Biociencias, CIC  bioGUNE, quien confió en mi experiencia y me invitó a cruzar aquella puerta de la comunicación científica y quien, con una pasión y vehemencia similares a las de Jaureguizar, me empezó a desgranar las excelencias de este mundo. El hizo de puente para llegar a conocer a personas que conforman el panorama de la ciencia y la tecnología actualmente en el País Vasco: José María Mato, Manuel Martín Lomas, Félix Goñi, Carlos Luri, y un largo etc.

En esta última etapa, ya en GUK, y con el inestimable apoyo de mi colega Javier Urtasun (@urtasun), la ‘ola’ nos ha llevado a ‘especializarnos’ en comunicación científica. No sé si hacemos periodismo científico, creo que sí; pero sí sé seguro que hacemos comunicación científica, que ayudamos a las entidades científico-tecnológicas a definir su estrategia de comunicación más óptima, a difundir su actividad científica a través de los medios de comunicación convencionales y emergentes; que ayudamos a los investigadores a traducir su historia, su proyecto, y convertirlo en una historia periodística susceptible de generar interés informativo; que invertimos el tiempo que no tienen los periodistas para acercarles esas historias tan complejas de comprender de forma lo más accesible posible; que nos encargamos de construir la historia informativa que hay detrás de un ‘paper’ científico; que batallamos con los medios para que nos cuiden bien esas historias; que convencemos a los investigadores para hacer un esfuerzo y desencriptar su discurso…; que hacemos de puente entre científicos y medios para que unos y otros puedan encontrar puntos de encuentro, lo cual no está exento de un sinfín de frenos, desconfianzas, recelos y prejuicios.

Sabemos de periodismo, de comunicación…, y, ahora, creemos que sabemos cada día más de periodismo científico y de comunicación científica, del mundo tan sensible que le rodea, de su complejidad, de su gran proyección y atractivo. Tratamos para ello de incorporar un criterio de forma muy estricta: no mentir, no exagerar, no generar falsas expectativas…, e intentar dotar a la historia de un cierto interés periodístico. ¡Ahí es nada! Una historia bonita no se puede adulterar por un titular pomposo y apertura a cuatro columnas.

Y, además, hemos aprendido a disfrutar de este apasionante mundo de la comunicación científica, al cual hacemos frente con la mayor humildad posible pero con la determinación y la autoestima de que creemos que no se nos da del todo mal.

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Iñaki Gorostidi, periodista y director de GUK, empresa dedicada a la gestión de la comunicación de entidades científico-tecnológicas.

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Twitter: @gorostidi

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