Hacer más por la Ciencia divulgando que investigando, por Alfonso M. Corral

En 1998 empecé mi carrera científica investigado los efectos de la insulina. Pero no sólo me interesaba la bioquímica, así que con mi primer sueldo (bueno, era una beca) me suscribí a la revista de divulgación científica Mundo Científico. Siempre había sido un devorador compulsivo de literatura y ahora no tenía tanto tiempo libre, así que la revista me servía para mantener mi curiosidad. Una curiosidad que no pude observar entre los científicos que me rodeaban, una especie de sabios ignorantes (como los bautizó Ortega y Gasset) a los que sólo les interesaba su campo de investigación

Cuando me fui a trabajar a Escocia, tenía menos tiempo libre y me aficioné a leer la sección de Ciencia de algunos periódicos digitales. Pero me fui dando cuenta de la enorme cantidad de errores que encontraba. Se trasmitía una imagen de la Ciencia que no me gustaba nada. Se me ocurrió escribir a los periódicos mis correcciones, pero sólo una vez conseguí que me hicieran caso y me frustré tanto que dejé de hacerlo.

A mis compañeros de investigaciones no parecía importarle demasiado que la imagen que se transmitía de la Ciencia fuera como algo de magia que hacen una panda de chiflados que viven aislados en sus laboratorios. Tres años más tarde, mi carrera profesional me llevó a los Estados Unidos y allí decidí que era hora de dejar de quejarse. Tenía que ver si era capaz de hacerlo mejor que los periodistas que tanto criticaba. Para ello creé la web de divulgación científica ¡Cuánta Ciencia!

Tras más de 15 artículos científicos decidí que podía hacer más por la Ciencia dando a conocer las investigaciones al público general que trabajando en el laboratorio. A finales de 2008 decidí dedicarme exclusivamente a la divulgación científica y me apunté a un máster de Periodismo y Comunicación Científica con la intención de aprender a hacerlo lo mejor posible. La verdad es que no tenía muchas esperanzas de aprender cosas útiles, pero me he llevado una grata sorpresa.

Para empezar, me he encontrado analizando el primer capítulo del libro de Carlos Elías La razón estrangulada y me ha gustado ver que un químico puede pasarse al periodismo científico y hacerlo bien. Al menos me indica que es posible ser de Ciencias y de Letras al mismo tiempo. Vamos, que se puede llegar a ser culto. No voy a llegar a conseguir el Premio Nobel de Literatura con hizo José de Echegaray, el mejor matemático español del siglo XIX. De todas maneras existe la posibilidad de ser capaz de divulgar la Ciencia de forma correcta tanto científica como periodísticamente.

Lo primero que tendré que hacer será leer la Retórica de Aristóteles con la promesa de que en este libro “se encuentra todo lo que hace falta saber de periodismo”…

El autor:

Alfonso M. Corral (Bioquímico). En 1998 empezó sus investigaciones sobre los efectos de la insulina. Como pensaba que uno de los mayores defectos de los científicos es la falta de interés por dar a conocer sus investigaciones al público general, en octubre de 2008 decidió dedicarse en exclusiva a la divulgación y al periodismo científico. Es el responsable de la web ¡Cuánta Ciencia!

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